El Ingeniero químico de origen mexicano, fallecido el pasado 7 de octubre de 2020 impulsó el Protocolo de Montreal con sus hallazgos sobre la capa de ozono. Sus hallazgos sobre la emisión de gases en la atmósfera cambiaron en un par de décadas a industrias enteras y los hábitos de miles de millones de personas en todo el planeta.
Desde el principio tuvo una mente privilegiada para la docencia y la investigación, y su carrera fue de excelencia, con numerosos reconocimientos en este ámbito, si bien no fue inmediato el reconocimiento de sus investigaciones en química (no interesaban).
En 1974 un ya explicaba en un artículo en la revista Nature los efectos negativos que los compuestos clorofluorocarbonados (CFC), emitidos por aerosoles y neveras, estaban teniendo en la capa de ozono.
Sus estudios fueron criticados y considerados una exageración por un sector de investigadores. Sin embargo, la tenacidad y el convencimiento que depositó en sus propias teorías conquistaron las mentes de miles de personas.
Sin embargo, como casi siempre en este tipo de investigaciones “incómodas” sus descubrimientos no fueron creídos, o no quisieron ser escuchados, hasta que años más tarde se certificó que el uso de una nevera o un aerosol estaban dañando y habían dañado severamente la atmósfera.
El enorme agujero en la capa de ozono es uno de los factores que están causando el cambio climático en nuestro planeta. Por lo que los estudios del Nobel mexicano no han perdido vigencia.
De hecho, ya en la Facultad de Química, el científico advirtió que “si la temperatura sube más de cuatro grados, las catástrofes serán gigantescas para la civilización, así como la falta de alimentos”. Alarmante, sin duda.
Junto con Sherwood Rowland, obtuvo el Premio Nobel de Química, por ser los pioneros en establecer la relación entre el agujero de ozono y los compuestos de cloro y de bromuro en la estratosfera.
El galardón también se concedió al neerlandés Crutzen, del Instituto Max-Planck de Química de Mainz (Al), quien halló en 1970 que los gases contaminantes tienen un efecto destructor en esa capa, sin descomponerse.
Su especial aportación al mundo fue esencia, porque se promovieron las clases de ecología; y su generosidad y su amor por la química llegó a tal punto, que con los fondos del premio, Molina concedió becas a estudiantes mexicanos de química para estudiar en el extranjero.
Sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron a la elaboración del Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.
A través del Protocolo de Montreal, se comprometieron las empresas a reducir la producción y el consumo de productos con CFC. La industria cambió los mecanismos con los que funcionan las neveras y la población comenzó un camino hacia la pedagogía del cuidado del aire y del medio ambiente.
Las energías sustentables son la opción para disminuir el calentamiento global, aconsejó Molina y agregó que “existe el potencial para enfrentar ese reto y es posible hacerlo.” De seguir así, provocaría enfermedades y graves afectaciones en los ecosistemas.
Para paliarlo, sugirió medidas simultáneas, pues las dos terceras partes del cambio climático se deben a la quema de combustibles fósiles, y el resto a fenómenos como la deforestación.
Apuntó que para la disminución del calentamiento global se pueden emplear energías sustentables que no emiten bióxido de carbono a la atmósfera, como la eólica y la solar, que además son más baratas y ya se investiga cómo almacenarlas; o la nuclear, de las más seguras que existen con ayuda de la tecnología moderna.
En los últimos años, su trabajo se centró en promover la divulgación científica sobre el cambio climático, una obsesión que compartió con el exvicepresidente de Estados Unidos y Nobel de la Paz Al Gore quien le acercó a la Administración de Bill Clinton.
Durante ocho años fue también parte del consejo de asesores científicos del expresidente estadounidense Barack Obama y fue un impulsor del Acuerdo de París de 2016, en el que una buena parte de países se comprometieron a reducir sus emisiones de contaminantes.
El químico mexicano expresaba en los últimos años, sin reparos, su inconformidad ante los giros de las medidas políticas relacionadas con el medio ambiente. Sobre la decisión del presidente Donald Trump de abandonar el Acuerdo de París criticando su desconocimiento sin tener pelos en la lengua.
Mario Molina, también asesoró al Papa Francisco sobre medio ambiente y en la Conferencia del Episcopado Mexicano destacó su autenticidad “al llevar sus creencias religiosas de manera inteligente y propositiva, en un ámbito secularizado”.
El Nobel colaboró estrechamente con el Papa Francisco en el tema del cuidado de la casa común, tenía la firme convicción que si bien la ciencia y la tecnología podían dar luz a las acciones medioambientales, a la religión correspondía instruir en valores para el cuidado del planeta.
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